martes, 4 de mayo de 2010

El cumpleaños 72 de Carlos Monsiváis
Por: Elena Poniatowska

Hoy Carlos Monsiváis cumple 72 años. El año pasado fuimos a felicitarlo a su casa y a cantarle Las Mañanitas con un trío femenino y feminista de mariachis de sombrero más ancho que su falda y luego desayunamos con él en la avenida Tlalpan, a un lado de la calle de San Simón.

Caminamos a su lado y la gente lo paraba en la calle. Si sigue así voy a caer en la autoindulgencia. Tras de él avanzaba una cauda invisible: su madre, doña Esther, Beatriz y Araceli, su tía, quien fue ama de llaves de Artemio de Valle Arizpe, quien le daba permiso de llevarse unos libros a su casa; sus amigos de toda la vida, Luis Prieto, Sergio Pitol, José Emilio Pacheco, Fernando Benítez, Iván Restrepo, de la mano de Nelly; Francisco Toledo, Vicente Rojo, Rafael Barajas, El Fisgón; Jesús Ramírez, Chema Pérez Gay y Lilia, Rolando Cordera, Jenaro Villamil, Rogelio Naranjo, Eduardo del Río, Rius; Julio Scherer García, Ricardo Pérez Escamilla, Carlos Payán, Hugo Gutiérrez Vega, Neus Espresate, José Luis Ibáñez, 12 gatos con listones de colores en torno al cuello y las mil 500 personas que congrega cada vez que presenta un nuevo libro.

La avenida Tlalpan se llenó con los más diversos personajes, porque desde Días de guardar hasta Apocalipstick, Monsiváis convoca multitudes. Carlos reía, como ríe de ti y de mí, de nosotros, de ustedes, ríe de lo que pasó aunque no ríe del futuro y de lo que nos espera. En ese desayuno nos hizo reír mientras comía sus tacos de pollo con salsa verde acompañados por frijoles refritos y una Coca-Cola.

Carlos: ni un taco más, le dijo Marta Lamas, quien es su ángel de la guarda de alas que van de San Simón a Tlacopac y sobrevuelan todos los periféricos y los viajes por la República y los que van de Alaska a la Patagonia. Tan grande es su curiosidad, su azoro y su gratitud que Carlos a todo le dice que sí.

Hoy festejamos a Carlos Monsiváis, brindamos por él y por su pesimismo orgánico y sus revelaciones que tienen mucho de ironía y mucho de parábolas bíblicas.

Carlos Monsiváis se encuentra ahora en el Instituto Nacional de Nutrición porque sufre fibrosis pulmonar. Su corazón está en perfecto estado, dicen los médicos, y así tiene que ser porque el corazón de Monsiváis abarca todas las luchas sociales del siglo XX y del XXI.

Hace unas semanas defendió a Luz María Dávila, madre de dos de los 16 jóvenes asesinados en Ciudad Juárez. Desde su primera huelga de hambre para apoyar a los maestros en 1958, Monsiváis acompaña las grandes causas de nuestro país. A los 16 años, en 1954 le tocó ver a Frida Kahlo en una silla de ruedas empujada por Diego Rivera en una manifestación en contra del derrocamiento de Jacobo Arbenz en Guatemala y de allí para el real ha asistido a todas las marchas, las protestas, los actos de resistencia que sus crónicas consignan: la de los estudiantes en 1968, los damnificados de San Juanico en 1984, los del terremoto de 1985, los zapatistas en 2001, el feminismo, la despenalización del aborto, la persistencia de la homofobia, la lucha contra el neoliberalismo, el sida, la corrupción política y la defensa de nuestra historia y del arte del pueblo, sus luchas, sus querencias y sus entretenimientos en El Estanquillo.

Gran polemista, gran interlocutor, gran luchador social de toda la vida, gran promotor de la sociedad que se organiza, cronista, guía y gurú de los jóvenes de hoy que lo aman y lo siguen, Monsiváis, además de recoger con humor y sentido crítico los episodios de nuestra historia, ha denunciado todas las atrocidades sociales y lo consideramos desde hace muchos años la conciencia moral de México. Desde aquí le deseamos el regreso a la salud y al deseo de narrar lo vulnerables que nos sentimos sin él.

miércoles, 7 de abril de 2010

Arnoldo Kraus
H

ay que repetirlo cada día. Hay que repetirlo ad nauseam. Hay que repetirlo para contagiar, para no ser cómplice, para que muera menos gente inocente, para que pronto los medios informativos dejen de contar el número de muertos por la venta ilegal de drogas, para que nadie deje de oír y para que nuestros estadistas cambien de opinión. Hay que repetirlo: Di no al gobierno y di sí, con atenuantes, a las drogas.

Las drogas son preocupación universal. La mayoría de los gobiernos del mundo, sobre todo los de los países ricos, dialogan para dilucidar cuál, entre tantas posibilidades, es la mejor solución para disminuir o evitar las muertes asociadas a la distribución y al consumo de drogas. En México, la violencia y el número de muertos crecen sin cesar. Y no sólo aumenta: cuestiona el estado de derecho y amenaza, como ninguna otra causa, la estabilidad del gobierno (o, si alguien lo prefiere, de la democracia). Cada año fallecen más personas. Cada año más connacionales tienen que dejar sus hogares y sus trabajos. Cada año hay más ciudades fantasmas. Cada año es más lúgubre la realidad y más incontrolable la distribución de las drogas. Cuando se hace el recuento de los muertos, el nuevo 31 de diciembre acumula más cadáveres y anuncia un futuro más ominoso que el previo. Hay que repetirlo: Di no al gobierno y di sí, con atenuantes, a las dogas.

Al igual que en nuestro país no existe gobierno, la palabra eticidio tampoco existe. Buscar las razones éticas para avanzar en la despenalización de algunas drogas es urgente. Buena referencia es la lección que dejó la abolición de la Ley Seca. Si bien no eliminó todas las muertes ni las acciones de la mafia, mejoró la seguridad de la sociedad y acotó el marco de acción de los grupos que controlaban la venta de alcohol. La distribución, las reglas, el mercado, los horarios y el precio se convirtieron en responsabilidad de los gobiernos. Poco a poco los grupos que vivían de las ganancias generadas por las ventas ilícitas de alcohol quedaron marginados.

Es muy probable que si se permitiese consumir algunas drogas o estupefacientes –la mariguana debe ser la primera–, la violencia disminuiría. México merece, primero, la aprobación de la mariguana y, con el tiempo, la que juzguen oportuna los expertos. Hay que repetirlo (un poco modificado): Di no al gobierno, y di sí a la mariguana.

Otra buena razón para avanzar en la despenalización de las drogas es el control de las mafias. Esta idea es adecuada, pero muy compleja. Las mafias no son sólo los narcotraficantes; son también elementos de la policía, algunos políticos, incontables intermediarios y distribuidores y los socios estadunidenses que la consumen además de vender armas a narcotraficantes mexicanos. A quienes menos le conviene despenalizar las drogas es a la dupla narcotraficantes-políticos: es demasiado el dinero en juego. Hay que repetirlo (un poco modificado): Di no a quienes se enriquecen y di sí, con atenuantes, a las drogas.

Si se legalizan las drogas, el tema se convertiría en un problema de salud en vez de un asunto legal. Los gobiernos podrían regular el mercado y su distribución y el dinero podría utilizarse para educar. Sería posible dar cursos acerca de los riesgos de las drogas, instruir consejeros y destinar parte del dinero para mejorar las condiciones salariales de la policía, lo cual, a su vez, la alejaría de las ofertas de la mafia. En México y en el mundo son muchos los presos relacionados con las drogas. Se ahorraría mucho dinero encarcelando a menos gente. Hay que repetirlo (un poco modificado): Di no a la ilegalidad del gobierno y di sí, con atenuantes, a la legalización de algunas drogas.

Al legalizar las drogas los adictos dejarían de esconderse y podrían recibir tratamiento adecuado, humano y orientación acerca de las drogas menos dañinas. La legalización exigiría que sean laboratorios controlados los que produzcan y distribuyan las drogas, las cuales, a su vez, serían más puras. Los drogadictos podrían incorporarse a la sociedad y las familias serían menos estigmatizadas. Hay que repetirlo (un poco modificado): Di no al gobierno y ayuda a los drogadictos que deseen sanar.

Si se despenalizan las drogas su precio disminuiría, y los políticos y los narcotraficantes ganarían menos dinero. La razón es simple: el precio de las drogas no lo fija el costo de producción, sino el de distribución. El dinero emanado por la venta legal de drogas podría utilizarse, otra vez, en la recuperación de los enfermos o en la educación de la población. Hay que repetirlo (un poco modificado): Di no al negocio de las drogas.

Creo que fue John Berger quien acuñó el neologismo eticidio. La cultura por las muertes sin sentido, individual y colectiva, así como la degradación del medio ambiente son el esqueleto del eticidio. El fracaso en la lucha contra las drogas ejemplifica uno de los renglones más vivos del eticidio. Han perdido la sociedad y los campesinos. Han ganado quienes las producen y distribuyen. Hay que repetirlo: Di no al gobierno, y di sí, con atenuantes, a las drogas.

jueves, 14 de enero de 2010

Freezelight fotografías con efectos de luz neon.





Freezelight es una página rusa de fotografías producidas con efectos de luz lo que produce en ocasiones extraños efectos fotográficos, este estilo de fotografía también es llamado “lightdrawing” (dibujo con luz), lightgraffity (Graffitis de luz), escritura con luz, pintar con luz etc. En Rusia lo llamaron freezelight (Luz congelada).